El arte es una mentira que nos acerca a la verdad. (Pablo Piccaso)

sábado, 2 de mayo de 2015

UNA CÚPULA PARA LA CRISTIANDAD

La obra cumbre de Miguel Ángel Buonarrotti, y sin duda una de las más notables de la pintura universal de todos los tiempos, es la decoración del techo de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, realizada por encargo del papa Julio II entre los años 1508-1512 y 1536-1541. 

En ella, Miguel Ángel plasmó una visión atormentada y vigorosa de la naturaleza humana, con los pasajes más característicos de la Biblia, desde la creación de Adán hasta el Juicio final. Su pintura se caracteriza por un tratamiento dramático del cuerpo humano, en tensión vigorosa, y por una concepción del volumen que denota una evidente influencia escultórica. El dramatismo de su concepción plástica, teñido de una tendencia a la exageración, es un claro precedente del arte barroco.

Cúpula de la Capilla Sixtina



FICHA TÉCNICA:


Título: Bóveda de la Capilla Sixtina y Juicio Final.

Autor: Miguel Ángel (Caprese, 1475 - Roma, 1564)

Cronología: 1508 - 1512 / 1536 - 1541.

Estilo: Renacentista

Técnica: pintura al fresco.

Tema: bíblico.

Localización: Capilla Sixtina del Vaticano.










AUTOR: 

Miguel Ángel Buonarroti fue pintor, escultor, arquitecto y dibujante. Durante su infancia y juventud estuvo relacionado con el selecto ambiente de la familia Medici en Florencia, al tiempo que aprendió el oficio de pintor en el taller de Domenico Guirlandaio, y de escultor en la escuela de los jardines de Medici, dirigida por Bertoldo Giovanni.

Tras la muerte de su mecenas, Lorenzo de Medici en 1492, Miguel Ángel se marchó a Bolonia, donde permaneció hasta 1496. Este mismo año, el genio florentino se fue a Roma, ciudad en la que consolidó su reputación, realizando importantes encargos papales, que compaginó con destacados trabajos en Florencia.


DESCRIPCIÓN FORMAL:


El enorme espacio de 36 x 13 m en planta fue dividido en el techo de la bóveda a través de diez arcos fajones pintados en nueve sectores transversales, que a su vez se subdividen en tres registros por la intersección de falsas cornisas. Sobre esta arquitectura pintada, Miguel Ángel dispuso todas las figuras ayudándose, en algunas escenas de los recuadros centrales, de sencillos fondos paisajísticos. En el resto de escenas, así como también en el gran fresco del Juicio Final, el genio italiano sitúa a los personajes sobre fondos monocromáticos, sin ninguna referencia arquitectónica ni paisajística clara.

Sin embargo, el artista suple esta carencia voluntaria de perspectiva gracias a su perfecta captación de la anatomía y la volumentría del cuerpo humano. Así, sus personajes aparecen robustos y musculosos, incorporando el espíritu de las obras de la antigüedad clásica y mostrando, asimismo, su importante faceta como escultor.

Juicio Final
Esta técnica de modelaje escultórico tiene su cumbre en los más de 400 personajes que aparecen en el Juicio Final. Las figuras que componen la escena emergen de un cielo azulado en el que flotan con una seguridad y energía extraordinarias.

Los distintos personajes están situados en diferentes planos, pintados mediante acentuados escorzos que anticipan el manierismo y el barroco, creando así una increíble sensación de movimiento que refuerza la tensión y el dramatismo de la escena. A ello también ayudan la impresionante expresividad de sus rostros (terribilità), destacando sobre todo la aterradora cara de Cristo.

Otro buen ejemplo de esta combinación de volumetría, dinamismo y expresividad es La creación de Adán, el fresco más famoso de todo el conjunto, en el que consigue transmitir de un modo increíble la magia de uno de los momentos más importantes de la tradición judeo-cristiana.

En cuanto al color, destacan el violeta y el verde (colores litúrgicos) en la bóveda y los ocres en las encarnaciones de los cuerpos desnudos del Juicio Final, a quienes la Iglesia mandó ocultar sus partes íntimas en 1564, restaurándose el original a finales del siglo XX.

Una vez restaurados los frescos de la bóveda y el Juicio Final, las pinturas ofrecen un cromatismo fuerte y luminoso, acorde con la visión original que se tuvo del conjunto en el siglo XVI.


TEMÁTICA:

Para la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, el artista florentino ideó un extenso programa iconográfico bíblico dividido en tres registros. En el primer registro, arrancando desde las paredes, surgen a ambos lados los lunetos de las ventanas, en los que se muestra a los antepasados reales de Cristo.

En un segundo nivel, también a ambos lados, se representan personajes que anunciaron la llegada del Mesías: siete profetas, aparecidos en el Antiguo Testamento, y cinco sibilas, sacerdotisas de tradición griega, equivalentes paganas de los profetas.

En el tercer nivel, situado en la parte central, Miguel Ángel distribuye el espacio en nueve franjas rectangurales, dentro de las cuales representa nueve pasajes del libro del Génesis: La separación de la luz y las tinieblas, La creación de Adán, La creación de Eva, El pecado original y la expulsión del Paraíso, El sacrificio de Noé, El diluvio Universal y La embriaguez de Noé.

La creación de Adán

Flanqueando estas escenas aparecen, a ambos lados, cinco parejas de desnudos masculinos (ignudis) que sostienen diez medallones con otras tantas representaciones del Antiguo Testamento.

El impresionante fresco del Juicio Final representa la llegada del día en que Cristo valora el comportamiento humano, explicado en el libro del Apocalipsis de San Juan. Presidiendo la escena se encuentra la figura del Cristo-Juez, acompañado por la Virgen, con la mano derecha levantada en actitud de condenar.

Alrededor de la figura de Cristo-Juez está representada una corte de profetas, apóstoles y santos, entre los que destacan San Pedro a su izquierda con las llaves y San Lorenzo y San Bartolomé -quien adopta el rostro del propio pintor- a sus pies, con los símbolos de sus respectivos martirios: una parrilla y su propia piel.

Cristo-Juez
En la parte izquierda del Mesías se encuentran los condenados, que son lanzados al infierno por los ángeles justicieros. En el infierno les espera Caronte, personaje de la mitología greco-romana, que con su barca se encarga de llevar las almas impuras ante el juez infernal Minos -figura de la esquina con serpientes a su alrededor- y ante Leviatán.

En el lado derecho, Miguel Ángel representa a los bienaventurados, que suben al cielo con alguna dificultad, ayudándose los unos a los otros.

Finalmente, en los dos lunetos de la parte superior, el artista pinta a los ángeles portadores de los símbolos de la Pasión de Cristo: la columna, la cruz, los clavos y la corona de espinas.


MODELOS E INFLUENCIAS:

Para la creación de tan magna obra, Miguel Ángel tomó numerosas referencias, tanto artísticas como literarias. Según especialistas, el maestro italiano recurrió a los modelos de las estatuas clásicas, así como también a los frescos de Luca Signorelli en la catedral de Orvieto e incluso a pinturas de El Bosco, para la elaboración de las numerosas figuras.

En cuanto a referencias iconográficas, parece seguro el empleo de distintas fuentes literarias, como la Divina Comedia de Dante, el libro bíblico de Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan, además de tomar alguna referencia de la mitología clásica, como el personaje de Caronte, el barquero de Hades.

Respetado por sus coetáneos ya en vida, la influencia de Miguel Ángel en el arte occidental ha sido enorme. Su gran dominio en la concepción volumétrica del cuerpo humano, tomada de sus rigurosos estudios anatómicos, ha influenciado a grandes artistas del barroco como Caravaggio y Rubens, y del siglo XIX como Géricault y Delacroix.


FUENTES:

Historia Visual del Mundo – Unidad Editorial, 1994

Historia del Arte, Vicens Vives.

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