El arte es una mentira que nos acerca a la verdad. (Pablo Piccaso)

martes, 26 de mayo de 2015

“EL GRAN MASTURBADOR” DALÍ
DOCUMENTACIÓN GENERAL:
El título de la obra es “El gran masturbador”, pertenece a Salvador Dalí (1904-1989) que lo realizó en 1929. El estilo al que pertenece es Surrealismo con una técnica al óleo en un lienzo de 1,1 x 1,5 m. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid.

EL ARTISTA:
Durante el verano de 1929, Dalí recibió una visita que cambiaría su vida y su obra: el poeta Paul Eluard, su esposa Gala y otros surrealistas se instalaron durante unas semanas en Cadaqués. La aparición de Gala marcó un antes y un después en la vida de Dalí.
La presencia opresiva de su padre y sus temores ante el sexo se diluyen y dejan paso a un artista de éxito en París (capital mundial del arte), que ingresa en el grupo surrealista; su amante, Gala, le dará confianza en sí mismo.
Este lienzo es una de las primeras obras claramente surrealistas de Dalí. Las influencias del movimiento surrealista y de las teorías psicoanalíticas de Freud, la evocación de su reciente encuentro con Gala, sus tendencias autoeróticas y las alusiones a su infancia se aúnan en esta obra llena de simbolismo.
ELEMENTOS SIMBÓLICOS:
“El gran masturbador” sorprende por el esmero y paciencia con el que ha sido pintado. Cada elemento está plasmado con una precisión casi fotográfica. Dalí usó una pincelada muy precisa y colores luminosos y brillantes. El color amarillo del rostro central resalta sobre el azul degradado del cielo y contrasta con los tonos más sonrosados de la pareja ubicada en el lado opuesto.
COMPOSICIÓN:
Dalí distribuye los elementos en un espacio dividido en dos mitades desiguales: la inferior representa una playa, y la superior, claramente mayor, el cielo.
En la parte central del cuadrado se halla una cabeza gigante, con un ojo cerrado y una prominente nariz apoyada en el suelo. En el lugar de la ausente boca, se adhiere una langosta de grandes dimensiones con el vientre plagado e hormigas.

Otros detalles dotan de singularidad a la cabeza: las plumas de colores que surgen a la manera de pestañas, las piedras que alzan sobre la testa y el anzuelo que se aferra a sus escasos cabellos.
A la altura del hipotético cuello, surge una cabeza de león con una prominente lengua. Más arriba, una mujer arrima la cara a los genitales de un varón.
En la playa se observan dos grupos humanos: en la parte central, un hombre abraza una roca con apariencia femenina; en la izquierda, un joven proyecta su sombra sobre dos diminutas figuras, un padre y su hijo.
Esta pintura nos remite, en clave surrealista, al encuentro del artista con Gala y a sus propias obsesiones sexuales. Es fruto de la pasión erótica que Gala despertó en Dalí, pero no puede explicarse sólo a partir de ella: las teorías surrealistas y psicoanalíticas, la infancia del artista y la omnipresencia de la figura paterna también son imprescindibles para comprender la obra. La figura central del lienzo es un autorretrato del pintor.
Los símbolos sexuales son frecuentes: la lengua voluminosa y enrojecida que surge de la cabeza del león como si fuera un pene erecto; la mujer que acerca que acerca su cara a los genitales del varón; el lirio, símbolo de pureza, es decir, la masturbación como única forma de actividad sexual, ya que para Dalí cualquier otra relación sexual implicaba una situación donde un ser humano devora a otro; la langosta, animal que causaba horror al pintor y que evoca a la mantis religiosa y a su carga erótico-caníbal con respeto al macho, en este caso él mismo, encarnado en el rostro central; las hormigas concentradas en el vientre de langosta.


Las figuras que se abrazan rememoran su relación con Gala y sus paseos por la playa. La soledad que provoca esta ensoñación está sugerida por la figura solitaria de la izquierda y la sombra que esta proyecta sobre unos minúsculos padre e hijo, que retrotraen a su infancia.
El anzuelo con la cuerda rota recuerda a la ausencia de Gala pero, también, los intentos de su familia por retenerle. Las plumas de colores son claras referencias a su infancia, mientras que las piedras que reposan en la cabeza serían manzanas petrificadas que remitirían a la de Guillermo Tell y que simbolizarían la sumisión del hijo respecto al padre.
SUEÑOS PINTADOS A MANO:
Dalí se sirvió de las teorías psicoanalíticas para plasmar su personalidad y sus obsesiones: el complejo de Edipo, la megalomanía, la obsesión por Gala…
Dalí definió sus cuadros como “fotografías de sueños pintados a mano”, pues con frecuencia relacionaba de manera totalmente innovadora elementos oníricos con reales. La influencia de artistas surrealistas o afines a este movimiento determinó la obra de Dalí de finales de los años veinte.
En el campo teórico, André Breton marcó las pautas iniciales de su pintura, pero Dalí, en lugar de conformarse con la pasividad que proponía el primero para expresar el “funcionamiento real del pensamiento”, abogó por la autoinducción de imágenes de su subconsciente.
Además, solía tomar prestados elementos procedentes de grandes autores (El Bosco, Vermeer, Velázquez…) y los reelaboraba a su gusto.
FUENTES:
Nuevo Arterama, Vicens Vives.


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